Cafarnaúm, película libanesa magistralmente dirigida por Nadine Labaki y con las impecables actuaciones de Zain Al Rafeea y Yordanos Shiferaw en los roles principales, entra por la puerta grande a las salas de cine mundiales gracias a sus múltiples galardones y nominaciones, entre los que figuran la Palma de Oro del Festival de Cannes y su notoria nominación a los premios Oscar a mejor película de habla no inglesa.

Siendo su estreno en cartelera este 15 de febrero y tomando en cuenta que su temática es bastante diferente a la que estamos acostumbrados a disfrutar en nuestros reviews, te invito a dejar de lado las historias de fantasía y ficción por un momento, comprar tu boleto y sentarte frente a la pantalla para echar un vistazo a las calles del mundo real. Te lo aseguro, valdrá la pena. Quizá, incluso, puedas llegar a empatizar con las luchas de los personajes y quedarte con ganas de ver más finales felices fuera del cine.

Esta película no se trata de un chico en medio de una travesía extraordinaria o con poderes excepcionales que descubre un mundo mágico y de aventura al otro lado de su realidad. A su vez, el día no espera ser salvado por el superhéroe de turno. Éste es un relato de desesperanza, de injusticia y desencuentros, de esos que la gente suele dar la espalda para no ver, la noticia que narraban en la televisión cuando decidiste cambiar de canal, la voz que no dejó de pedir ser escuchada y ahora figura como una de las mejores películas del año.

Zain (Zain Al Rafeea), nuestro protagonista de 12 años de edad, te apartó una silla para que seas testigo del juicio contra sus padres. El motivo de su demanda: haberle traído al mundo.

El hijo mayor en una familia de muchas bocas que alimentar y muy pocos centavos en el bolsillo te contará la historia del niño de la calle que mira con desesperanza a través de los mostradores de las cafeterías. De cómo duerme en el piso, vive en el hambre, los abusos y el maltrato, sueña en vano con ir a la escuela algún día y huye de su casa después de no poder evitar que sus padres vendieran a su hermana de 11 años al mejor postor del barrio a cambio de unas cuantas gallinas.

Pudo haber sido un hombre de bien, pero las decisiones egoístas y el trato inhumano de sus padres le escribieron un final distinto y una vez terminado el juicio deberá volver a la penitenciaria juvenil que ahora es su hogar después de haber apuñalado a un hombre a sangre fría.

Mientras, Rahil (Yordanos Shiferaw) te deja echar un vistazo a su vida como emigrante ilegal con la responsabilidad de un bebé a cuestas, el pequeño Yonas, quien luego unirá a ambos personajes principales en una historia en común. Siendo Rahil, quizá, la historia que refleja la lucha cada vez más común del que debe huir del lugar que le vio nacer y arañar un mejor futuro desde lo más bajo de tierras desconocidas.

Ambos cruzarán caminos y te transmitirán la angustia de sus luchas de identidad, pertenencia, rechazo y pobreza. Así, antes de que los créditos aparezcan, te habrás contagiado de su incansable búsqueda de nuevas oportunidades y te habrás dejado inspirar por su espíritu incansable e invencible.

Y es que más allá de la excelente narrativa de sucesos, la sólida crítica social que propone la película y el reparto de emociones y sentimientos que te atrapan desde la pantalla, lo más resaltante de las dos horas de proyección de Cafarnaúm es la inmejorable representación de sus personajes. Sin duda, los actores encarnan de forma admirable las historias de emigración, pobreza, hambre y abuso infantil que no han podido ser contadas. El ingenio, determinación y temple de Zain te cortan la respiración entre escena y escena, mientras que la entrega y la fortaleza de Rahil son capaces de robarle una que otra lagrima al público más sentimental.

En definitiva, Cafarnaúm es una cinta para el espectador que aprecia el buen cine en todas sus expresiones y  que no tiene miedo de encontrarse en medio de una historia que lo haga “sentir”.