Transformers es de esas franquicias tristemente repetitivas del cine. Si ya has visto una, ya has visto las otras cuatro, excepto por algún que otro detalle de la trama que es lo que logra diferenciarlas. No obstante, Bumblebee logró hacer algo que muchos pensaban imposible: tener un lugar propio y completamente definido dentro de la franquicia, dándonos la que es sin duda la entrega con más corazón (y menos explosiones innecesarias) de la historia del conflicto entre Autobots y Decepticons en pantalla.

Dirigida por Travis Knight (el mismo de Kubo and the Two Strings), la película nos muestra primero los últimos días de la rebelión de Optimus Prime y los Autobots en su planeta natal, y descubrimos precisamente cómo Bumblebee (quien en esa época tenía un nombre distinto) perdió su voz y llegó a la Tierra. De ahí, la historia abraza completamente el tema de ser una película ochentera, pero en el mejor sentido, convirtiéndose también en la historia de Charlie (Hailee Steinfeld), una chica de un pueblito californiano a punto de cumplir 18 años y que está estancada en el camino a cumplir sus sueños. Como en toda buena película de los 80s, Charlie se encuentra con algo que cambiará su vida, y desde ese momento, somos testigos de la relación de esta chica con su auto/mejor amigo/residente alienígena, relación que definirá el destino de la Tierra.

Las cintas de Transformers suelen ser enormes en términos de escala, robots y explosiones, con la trauma desafortunadamente en una proporción mucho menor; no obstante, Bumblebee reduce el tamaño de los robots, el conflicto y las escenas de acción para darle más relevancia a la trama, un truco que denota el pasado en animación de su director. Pero como un buen auto compacto capaz de transformarse, las apariencias engañan y esta película «pequeña» es más de lo que puede parecer y a pesar de la escala menor del conflicto, las escenas de acción no tienen nada que envidiarle a otras entregas de la franquicia (incluyendo referencias a la primera serie animada de los 80s), y además, Bumblebee puede presumir de algo de lo que las demás carecen y que alegrará el corazón de cualquier fanático: una escena de batalla en Cybertron, llena de easter eggs para los más conocedores.

Hailee Steinfeld se ve cómoda y convincente en el papel de Charlie, y es agradable ver cómo su actitud rebelde tiene un motivo genuino, sin que ello la vuelva insensible o irrespetuosa. La vida ha sido complicada para Charlie recientemente, y la aparición de un escarabajo amarillo será el catalizador para que las cosas empiecen a cambiar para ella… aunque primero deba solucionarse un detalle sobre un enfrentamiento alienígena.

A John Cena pudimos verlo como el otro personaje humano destacado: el agente Burns del sector 7, una rama del ejército estadounidense que ya hemos visto en las entregas anteriores. Fácilmente, Burns habría podido ser el estereotipo del militar ochentero que no acepta tonterías y prefiere solucionarlo todo con un lanzacohetes, y por un rato de hecho parece serlo, pero logra salirse del molde de este tipo de personajes y aunque logra mantenerse como un antagonista, no se vuelve un villano.

Porque ya tenemos a nuestros villanos, Shatter (con la voz de Angela Basset) y Dropkick (Justin Theroux), dos Decepticons que no se detendrán ante nada para capturar a nuestro Autobot titular, y que además de ser bastante crueles, cuentan con la particularidad de tener doble transformación, algo que se ve increíble en pantalla. 

Así que por recordarnos la chispa que inició la franquicia de Transformers y hacerlo de la mejor manera posible combinando humor, acción y escenas emotivas con una historia sobre lo que significa volverse un adulto (y por ser sin duda la mejor entrega de toda la saga), ModoGeeks le da a Bumblebee 8,7/10 Volkswagen amarillos.