Cuando entré al cine a ver Doctor Strange, sabiendo que vería la película de uno de mis héroes favoritos interpretado por un actor que quizás no me convencía mucho (en un principio) para el papel, tuve un deja vu. Un deja vu al año 2008, justo antes de entrar a ver Iron Man, de Jon Favreau. Cuando salí de ver aquella película, no solo me sentí completamente satisfecho con lo que vi, sino que además sentí algo de lo que no estaba seguro cuando conocí a Iron Man: Que el futuro del MCU acababa de expandirse de una manera monumental.

Olvida todo lo que sabes

Doctor Strange no escapa a ser lo que es: una película de origen. En ese sentido, Marvel sabe que es una fórmula que funciona y que puede aplicar cuantas veces quiera, mientras el contenido sea diferente y te haga pensar «Conozco esto, pero no me molesta verlo de nuevo porque no es lo que he visto antes.» Strange lo logra con su protagonista, sus personajes, con sus visuales (por dios, SUS VISUALES) y, sobre todo, con un villano. Porque si tienes una gran franquicia, aprendes de cada una de las producciones que tienes. Y Strange aprendió de Thor, de Capitán América y de Iron Man. Pero eso es otro punto.

Doctor Strange nos presenta, después de una breve introducción para demostrarnos que el villano es malo en verdad, al Doctor Strange. ¿Redundante? Vamos preparándonos para esto. Stephen es un neurocirujano experimentado, el mejor de Nueva York y, quizás, del mundo. Pero solo atiende emergencias que puedan valer el reconocimiento en el campo. Grandes casos, avances en materia de medicina y ciencias… lo que pueda hacerlo más notorio entre sus colegas. Comparte hospital, y amoríos, con la doctora Christine Palmer (Rachel McAddams), una de las pocas que tolera su ego. Todo parece ir perfecto para Strange, hasta que un accidente automovilístico destruye casi en su totalidad los nervios de sus manos. Despojado de sus instrumentos de trabajo, que es en sí como perder la propia vida para él, Strange comienza a apartar a Christine y todos de su vida…. hasta el punto en que decide abandonar la «medicina occidental» para viajar al Oriente e intentar curarse de la forma que sea.

Hasta aquí, típica historia de origen. No adelantaremos detalles, porque es un review sin spoilers, pero Strange consigue más de lo que buscaba cuando El Antiguo, quien se encarga de manejar el templo que Strange tanto anhelaba, le enseña que hay un mundo mas allá y que no lo sabe todo (cosa que el ego del cirujano no se toma muy bien). Convirtiéndose en un hechicero por su propia cuenta, el Doctor nos enseña no solo que hay mundos que ninguno conoce, sino que muchas veces, el que más creemos conocer es el que termina siendo el más ajeno para nosotros.

Hay muchos hechiceros en el mundo

Los personajes de la película, en muchos aspectos, sufren del defecto de no ser desarrollados como uno podría esperarse. Sin embargo, hay dos desarrollos que saltan de la pantalla y nos hacen ver que hay un verdadero universo construido tras lo poco que estamos viendo: Stephen Strange y Karl Mordo. Benedict Cumberbatch hace un excelente trabajo para hacernos creer que es un americano, y Chiwetel Ejiofor simplemente nos hace creer y querer a un hombre a quien sabemos que la sombra del destino (léase: los comics) destinan a convertirse en un villano.

Rachel McAdams es una perfecta representación de todos nosotros cuando está con Strange y logra transmitir lo que sentimos: admiración por el idiota. Tilda Swinton, pulcra como solo ella puede serlo, nos convence de que realmente es poderosa y de que en otros planos existenciales, es sin duda la Hechicera Suprema de la Tierra. Benedict Wong es un buen… bueno, un buen Wong, pero falló un poco su poca aparición y peso en la historia para hacernos sentir realmente cómodos y encariñados por él. Y aún así, esperamos que lo haga tan bien como aquí en próximas. Mads Mikkelsen es un buen villano aunque, de nuevo, no logramos conectar del todo con él y al final hay un 90% de probabilidades de que no volvamos a saber de Kaecilius.

Entonces, ¿por qué hablé de que la película trabajó un buen villano y aprendió de las demás? Porque no hablaba de Mikkelsen. Hablaba de Mordo. Se acordarán de mí cuando la vean.

¿Quién soy yo para juzgar?

Hablamos de una película que visualmente, es capaz de causar las mejores impresiones en cualquiera. Es hermosa, no hay otra palabra para describirla. Desde los efectos al trasladarse entre dimensiones, los hechizos, los planos alternos, las armas y los combates y escenarios… todo, todo, les dejará deseando ver más de este personaje.

Además, si bien Doctor Strange pertenece al mismo universo de los Vengadores (y hay un par de menciones al respecto), no necesita de estos para contar su propia historia. No hay ni una sola pistola en toda la película y la acción está en otro plano -literalmente-, y los grandes héroes del MCU están tan de fondo como la Avengers Tower en una panorámica de Manhattan. Esto es algo bueno para Marvel, pues demuestra que pueden crear nuevas historias dentro de su universo cinematográfico que no tengan que estar atadas a lo que pase en las películas de Avengers, probando que a pesar de tratarse de una fórmula conocida, las posibilidades -e imposibilidades- son infinitas.

Y, por favor, quédense a ver las dos escenas post-créditos. Es necesario para el universo de Marvel y su sano juicio.

Aquí en ModoGeeks le damos a Doctor Strange 9/10 Capas de Levitación.