Leer un guión siempre es distinto a leer una novela como tal. La teoría literaria dice que el teatro está compuesto básicamente por el guión -o texto dramático- y las actuaciones, escenografía, vestuario, dirección de escena e incluso el público, que forman en conjunto algo llamado texto espectacular. Sin entrar en más detalles teóricos, una novela es un mundo en sí misma, no necesita -o no debería necesitar- más de lo que está en sus páginas para transmitir todo lo que quiere transmitirle al lector; por su parte, un guión teatral suele quedarse un poco corto, y no es hasta que vemos la obra sobre las tablas que podemos entender y apreciar todo lo que deberíamos. Esto es parte de lo que pasa con la octava historia de Harry Potter, Harry Potter and the Cursed Child.

Harry Potter y el mundo mágico en general son una parte importante de mi vida, y de la vida de millones de personas más, quienes crecimos con el niño con la cicatriz de rayo en la frente y aprendimos un par de lecciones sobre valentía, amor y amistad de parte de estos personajes. Cursed Child, en esencia, se trata igualmente sobre valentía, amor y amistad, y si bien estos temas siguen resonando durante toda la historia, los agujeros argumentales en la trama hacen difícil disfrutarla tanto como nos habría gustado.

Los fanáticos de HP, para bien o para mal, somos dedicados, y con el tiempo hemos ido memorizando los detalles más pequeños sobre el mundo mágico (como las 142 escaleras que hay en Hogwarts, por ejemplo). Es un mundo que conocemos y que sentimos real en cierta forma, por lo que incluir elementos que contradicen todo lo que los libros y la misma J.K. Rowling ya habían establecido (te estoy mirando a ti y a tu origen, Delphi), puede volverse algo difícil de aceptar.

La mayor queja sobre esta historia es que se siente como un fanfiction, en el sentido despectivo del término, y la verdad es que… sí. El excesivo uso de Deus ex machina (¿Potter ex machina?), volver a Ron Weasley un recurso cómico -y algo lastimero-, una manta que nunca se había mencionado antes, Delphi y toda su historia, y los personajes que ya conocíamos actuando precisamente fuera de personaje, son cosas que esperaría leer de alguien con poca experiencia dentro del mundo mágico de Harry Potter, no de la misma Rowling. ¿Usar un giratiempos para intentar cambiar la historia? Es algo que ya se hizo, y está en YouTube como «A Very Potter Sequel».

No obstante, Harry Potter and the Cursed Child no es un mal libro y estoy muy segura de que verlo puesto en escena, más allá de lo poco que nos dice el guión, debe ser maravilloso. La amistad entre Albus y Scorpius es una agradable sorpresa, y que el trío dorado de Gryffindor siga estando tan unido a pesar de los años siempre me hará sonreír. Cuando los personajes en verdad empiezan a decir lo que sienten y confesar sus motivaciones, finalmente sus acciones tienen sentido, porque lamentablemente -a diferencia de la novela con su narrador omnisciente- en teatro no podemos saber qué piensa ningún personaje si no lo dice en diálogo.

Harry nunca tuvo un padre, por lo que para él no hay nada más aterrador que ser padre y se le nota, y si en algo conocemos a Harry, es que él no suele pensar antes de actuar, algo que heredó su hijo y por lo que empieza el conflicto. Ya lo dijo Dumbledore a su momento, el amor nos vuelve ciegos.

¿Es Cursed Child la mejor historia de Harry Potter? No. Tampoco es la peor. La magia -y no me refiero únicamente a la que pueden hacer los magos y brujas con sus varitas- está ahí, aun si a veces cuesta sentirla. Los sentimientos que mueven la historia no han cambiado. El problema sigue estando en lo mucho que nos estamos perdiendo por leer simplemente el guión y no contar con todos los detalles de la historia, y en las adiciones sin sentido (sí, sigo hablando de Delphi). Sin embargo, de tener la oportunidad de asistir como público a alguna de las presentaciones de la obra, iría sin dudarlo.

Éste es el último capítulo de la historia de Harry, mas no del mundo mágico, así que sólo me queda decir ¡travesura realizada!