The Abominable Bride. El título del primer especial de Navidad en la historia de la serie británica Sherlock, emitido en la primera noche de este año, no dejaba mucho para especular cuando fue confirmado. No correspondía con ninguna de las historias presentes en el canon holmesiano en el que se basan sus escritores, y tampoco daba lugar a la conjetura salvaje a la cual está permanentemente sometida esta producción de la BBC. No otorgaba ninguna pista sobre su trama a un público siempre expectante, y de esta forma, se pavimentaba un terreno de desorientación  del espectador, mediante humo y espejos, que demostró ser el viernes la mismísima alma del episodio. Foreshadowing es la primera palabra que viene a la mente.

La idea de un regreso al Londres victoriano desencajaba con uno de los atractivos más novedosos de la serie: el traslado íntegro de todas las cualidades del famoso detective al siglo XXI, apoyado en la afianzada idea de que su figura, eterna e incorruptible, soportaría sin problemas el nuevo ambiente. Así Watson, en el primer capítulo de la primera temporada, regresó a Inglaterra viniendo de la misma guerra y conociendo a Holmes de la misma forma, pero este último reemplazaba las deducciones sobre un reloj de bolsillo victoriano por deducciones en un teléfono inteligente moderno y en vez de observar las rodilleras de unos pantalones masculinos para saber si su dueño es albañil, Holmes examina los pulgares de las personas para saber si son pilotos o ingenieros informáticos. Siendo ésta la premisa sobre la que se alza Sherlock y su éxito, constituía por demás una extrañeza notabílisma el que sus creadores decidieran, de la nada y después de un importante cliffhanger al final de la tercera temporada, socavar una de sus propias columnas, sin dar cabida a líneas del tiempo o a explicaciones en cuanto a la legitimidad de los eventos en The Abominable Bride y su relevancia cuando, en el futuro, retornaran los escenarios modernos.

sherlock the abominable bride

Citando prácticamente palabra por palabra a la novela «Un estudio en escarlata«, se nos introduce en la vida cotidiana de los personajes centrales conservando con celo los mismos elementos a los que el seguidor está acostumbrado: la popularidad de los relatos de Watson, el 221B de la calle Bakert, Sherlock Holmes, el Dr. Watson y la señora Hudson, y estos interpretan durante el primer tercio de la entrega un cóctel de referencias que resultaría delicioso a cualquier conocedor medianamente familiarizado con la historia detrás de la concepción de Sherlock Holmes en 1894, disfrutable sin embargo para aquellos que no lo estén, por cuanto la agudeza del manejo del humor acá se da en una rápida sucesión extraordinaria de punchlines antes de presentar el crimen. «La novia abominable» es un caso imposible, el clásico caso en el que Holmes se ve instado a recordar a cada segundo a todo aquel que le rodee que no existen los fantasmas y que el razonamiento deductivo tiene que iluminar siempre sus mentes. Emilia Ricoletti se suicida en un balcón atestiguada por una multitud de transeúntes, pero regresa horas más tarde a asesinar a su esposo Thomas Ricoletti de forma igualmente pública, llevando un vestido de novia amarillento, la cara mortalmente pálida y una drámatica herida de bala en la parte de atrás de la cabeza que marca el inicio de lo sobrenatural y el abandono de la lógica. Holmes mismo confirma sin posibilidad de duda que ambos cuerpos, el que yace en la morgue y el que fue visto cometiendo un asesinato, son la misma Emilia Ricoletti y el juego imposible comienza.

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Pinceladas de humor grotesco, y a veces hilarantemente absurdo, salpican el lienzo desplegado pero el suspenso, el terror y la duda de la sensatez pura se instauran pronto en la atmósfera, cuando todas los hilos de la telaraña llevan a una conclusión por demás ilógica. Emilia Ricoletti volvió de la muerte, mató a su marido y luego volvió a acostarse.

Con un diseño exquisito de la mano de Arwel Wyn Jones, el 221B se muestra suntuoso y elaborado, pero siempre conservando el aire holmesiano que no se debe perder ni en un siglo ni en el otro: las cartas siguen clavadas en la repisa, Holmes aún tiende al desorden en sus archivos y al abuso de las sustancias psicotrópicas, aún cree que no hay nada nuevo bajo el sol, considera al sexo femenino una masa débil con pocos ejemplos excéntricos que merezcan salir de la generalización y pierde con facilidad la paciencia ante una mente menos brillante que la suya. También se apoya todavía en su palacio mental para resolver sus casos, importante herramienta descriptiva en temporadas anteriores, que si bien tiende un poco hacia la irrealidad utópica tiene bases tan paciente y firmemente asentadas que se aceptan sin dificultad en un mundo diseñado para ser estrictamente real.

Las referencias a la obra holmesiana son turbulentas y numerosas dando la impresión de querer arropar al televidente con un manto pesado como la niebla londinense en la que se desarrolla. Éstas oscilan en el variado rango de simplemente mencionar las historias (El carbunclo azul, El sabueso de los Baskerville), hasta algún saludo sutil y casi imperceptible: El relato corto «La inquilina del velo» es homenajeado con la entrada de Mary Watson, «El ritual de los Musgrave» con la inclusión del asunto de «Ricoletti, el patituerto, y su abominable esposa» como eje central del concepto; «La aventura del intérprete griego» tiene un hermoso lugar dirigiendo la química de los hermanos Holmes en el Club Diógenes y «La aventura del constructor de Norwood», que sin ningún elemento en específico viene a la mente hacia la mitad del episodio, son solo algunas de las historias a las que se les dedicó un guiño en The Abominable Bride, en medio de la lluvia inusual de referencias canónicas.

Dentro de un elenco de primera categoría es necesaria una mención especial a la brillante entrada de Louise Brealey en escena, acerca de quien no sobra señalar que es una dedicada activista del movimiento feminista en su país, dato que quizá les parezca pertinente luego de mirar el episodio. Benedict Cumberbatch y Martin Freeman mantienen el nivel esperado de ellos con memorables momentos de profundidad sorpresiva, como la conversación íntíma aunque incómoda que sostienen mientras ejecutan una larga espera en medio de la noche, escena que por cierto alude a la larga espera nocturna que se da en el relato «La banda moteada», uno de los mejores del canon holmesiano, en opinión de esta servidora.

En conclusión, The Abominable Bride es clásico, fiel, brillantemente filmado y agudamente escrito. Pero también, y de esto no puedo hablarles mucho, es todo lo contrario a lo que representa la figura original del señor Sherlock Holmes: Es un episodio ilógico, sobrenatural, amante de las mujeres y de sus sentimientos, nostálgico, abiertamente confidente y enigmático. Sherlock Holmes es precisamente todo lo contrario a lo que constituye esta entrega y sin embargo, funciona espléndidamente. En cuanto a fidelidad de la obra, desarrollo de personajes, entrega actoral, diseño de producción, trama, dirección y sobre todo inventiva, The Abominable Bride supera a sus predecesores.

El duo Moffat-Gatiss jugó una peligrosa apuesta que pudo ser desastrosa narrativamente hablando y que sobrevive triunfal a 90 minutos de juego mental sin un solo rasguño en su estructura.

Un juego maestro.

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Escrito por: Lily Mijares